Violencia

Violencia

(…) lo imperativo del mandamiento “No matarás” nos da la certeza de que somos del linaje de una serie de interminables de generaciones de asesinos que llevaban en la sangre el gusto de matar. (…) si se nos juzga por nuestras mociones inconscientes de deseo, somos, como los hombres primordiales, una gavilla de asesinos” (Freud.1915, pp. 297.298).

Desde el psicoanálisis se entiende que la violencia es inherente a la condición humana, que en todo psiquismo, subsisten mociones primordiales bregando por su satisfacción. Frederick Van Eaden: “ (…) el psicoanálisis ha llegado a la conclusión de que los impulsos primitivos, salvajes y malignos de la humanidad no han desaparecido en ninguno de sus individuos, sino que persisten en lo inconsciente (…) y esperan en ocasiones propicias para desarrollar su actividad. (Freud 1914, p.302).

Las manifestaciones de la violencia son múltiples e innumerables, se podría mencionar, la pobreza extrema, por la distribución desigual de la riqueza, marginalidad, diversas y novedosas formas de esclavitud, discriminaciones a lo diferente, violencias de género, golpizas en manada, violaciones en manada, linchamientos en el nombre del ejercicio de la justicia, etc.

Hoy, las distintas manifestaciones encuentran su expresión en los significantes imperativos de la época. Es una vía obligada, debido a la constante relación con el medio. ¿Qué está pasando? ¿Por qué matan a las mujeres de esa manera? ¿Por qué los adolescentes son tan agresivos? ¡En qué mundo vivimos!, hasta los políticos se insultan y promueven actos violentos… Son algunas de las preguntas y/o frases, que se rescatan de cualquier conversación. Se intuye con espanto, con incertidumbre, con  miedo, si la mirada se enfoca en el futuro no lejano.

La paradoja se evidencia en que a pesar de convivir con normas cada vez más estrictas, siguen siendo insuficientes para regular, los impulsos insisten y se expresan de formas muy variadas de violencia en el intercambio con los otros, como retorno de una cuota de agresividad no sofocada, constituyéndose en una de la fuentes del malestar en la cultura; “(…) el prójimo (…) es una tentación para satisfacer en él la agresión, explotar su fuerza de trabajo sin resarcirlo, usarlo sexualmente sin su consentimiento, desposeerlo de su patrimonio, humillarlo, infligirle dolores, martirizarlo y asesinarlo”. ( Freud 193 p108.)

En la clínica, la violencia también se manifiesta en la subjetividad de quien la padece, son las irrupciones del inconsciente, en ese modo extraño y desgarrador de la ilusión de completud del yo. Las pesadillas que despiertan, los olvidos, los lapsus que ruborizan y agitan, la emergencia de la angustia, que la medicina moderna denominan como “ataques de pánico”, los miedos sin sentido, la compulsión a la repetición, las inexplicables razones que no permiten que una persona pueda trabajar o sentir placer y sin olvidar los síntomas en el cuerpo, en donde en algo tan propio se puede convertir en algo tan ajeno.

El trabajo se centra en anudar un acuerdo entre el analizante y el analista, de crear un espacio de trabajo en el terreno de la palabra. Donde las pulsiones puedan encontrar un marco en lo simbólico para su tramitación psíquica.