A lo largo de toda nuestra vida puede que transitemos una multitud de situaciones como por ejemplo, un cambio laboral, el nacimiento de un hijo, un divorcio, la muerte de un ser querido, un cambio de residencia, una enfermedad, un logro profesional, empezar el instituto, un accidente, puede que nos toque la lotería o superar una pandemia a nivel mundial etc. y en todas ellas puede que nos invada la incertidumbre, la alegría, el miedo, el dolor, la ilusión, la angustia y todo un listado de emociones de las cuales algunas podemos enunciarlas, nombrarlas, es decir elaborarlas y otras no. Pero lo que si podemos afirmar que en todas las situaciones desde que nacemos, hasta que la muerte llega, existe la pérdida. Siempre se pierde la relación con “algo” que ya no está.
Muchos son los autores que han escrito con respecto al duelo, incluso han enunciado las distintas etapas que una persona tiene que transitar para superar esa pérdida, además si no lo hemos superado en un año y medio, podría considerarse patológico, como podemos leer en la obra de Bowlby (1969 – 1978). Desde el psicoanálisis, el duelo se entiende desde la relación que cada sujeto mantiene con lo que se pierde, con lo que cambia.
El duelo no consiste en sustituir el objeto perdido, sino en cambiar su relación con él. Ese cambio implica la constitución del objeto como objeto de deseo. El duelo es una reacción que supone un proceso para llevar a cabo una elaboración, lo cual no dependerá del paso del tiempo, sino del trabajo que se realice, es decir, el tiempo en sí mismo no supone haber hecho el duelo.
Lacan, en la clase del 30 de enero de 1963 del seminario “La angustia” afirma. “Solo estamos de duelo por alguien de quien podemos decir: yo era su falta”. Se interesa por la subjetividad de quien está en duelo, por el impacto de la pérdida no solo del ser querido, sino de algo de sí mismo que se pierde en el duelo. Así, el doliente sufre siempre un colapso traumático y queda expuesto a lo real. Su trama significante se rompe y no hay respuestas inmediatas desde lo imaginario ni desde lo simbólico para hacerle frente; por eso un sujeto en duelo se queda muchas veces no solo sin palabras, sino que se queda vacío.
Fraçncoise Dolto, psicoanalista francesa, en su libro Parlem amb els infants, dice: “Nuestra muerte es un acontecimiento que no viviremos, lo mismo que no hemos vivido nuestro nacimiento, o sea la muerte no es asunto nuestro, sino de los otros. Y creo que es por eso que siempre hablamos de la muerte sin acabarnos de creer en ella. La muerte es muy importante y algo muy curioso, en el inconsciente la muerte no existe”.